Anonymous,
La María, Piendamó, Cauca, octubre 21 de 2008
La Minga de Resistencia Social y Comunitaria decidió marchar de La María (Piendamó-Cauca) hacia la ciudad de Cali. En ningún momento se pensó ir a Popayán, capital del departamento. Esa decisión tiene razones de gran peso político.
La Minga tiene conciencia de que hoy ya no enfrentamos a la vieja clase terrateniente de Popayán. A ella la derrotamos en los años 80 del siglo pasado (s. XX) cuando empezamos a recuperar, de hecho, nuestro territorio.
La Minga sabe que hoy desafiamos a una clase terrateniente de carácter capitalista, oligopólica, globalizada, representada por los dueños de los ingenios azucareros.
"(…) hoy Ardila Lülle, quien se precia de ser "el productor individual de azúcar más grande del mundo", controla más del 33 por ciento de la producción y el mercado (Silva 2004, p.p. 208-218). Es propietario del Ingenio Cauca, tiene el 52% de Providencia y por lo menos el 35% del ingenio Risaralda, fundado en 1979 con inversión de la Federación de Cafeteros, el estado y la Corporación Financiera de Occidente dominada por el Citibank."[1]
Cali representa el poder de esa clase, que además de ser económicamente poderosa es profundamente antidemocrática, reaccionaria, racista y sobre-explotadora. Su poder está manchado de sangre, especialmente la violencia de los años 50. Consolidaron su poderío territorial (240.000 has cultivadas con caña de azúcar) que les permite producir además de azúcar, etanol, energía eléctrica (utilizando el bagazo) y otra gran cantidad de productos derivados.
Hoy, ellos son los que pretenden desalojarnos de nuestro territorio. Nos quieren convertir en jornaleros y esclavos del gran capital. Les estorbamos. Somos "mal ejemplo".
La Minga tiene absolutamente claro que Cali representa ese poderío económico construido con base en el engaño y la mentira. Muchas trampas utilizaron para robarles las tierras a los campesinos negros que fueron los que domesticaron las "vegas" de los ríos Palo, Desbaratado, Paila, Cauca y demás ríos que recorren y alimentan con agua la región.
La Minga sabe que hoy en día los vestigios de la vieja clase terrateniente que hoy vive en Popayán es un apéndice insignificante de la burguesía agro-exportadora del Valle del Cauca. La rancia estirpe payanesa desde los años 80, echó a un lado sus sueños y prejuicios aristocráticos, y vendió su alma al diablo (gran capital).
Todas las decisiones importantes para el Cauca en las últimas tres décadas han sido tomadas en Cali: construcción de la represa de la Salvajina sobre el río Cauca que después en 1995 fue entregada al gran capital internacional (Unión Fenosa) cuando se creó la Empresa de Energía del Pacífico EPSA; la aprobación de la Ley Páez, que se justificó para beneficiar a los pueblos indios afectados por la avalancha del río de ese mismo nombre, y que realmente sólo le ha servido a los empresarios vallecaucanos y empresas transnacionales para construir un gran emporio de riqueza en los municipios de Guachené, Santander de Quilichao, Villarrica y Puerto Tejada.
Ya están construidos grandes anillos viales en el norte del Cauca y el sur del Valle, se tiene proyectado el tren de "cercanías", en alianza con la Anglo Gold Ashanti (Kedahda) y otras empresas mineras están detrás del oro que queda en los municipios de Suárez, Buenos Aires, El Tambo, Tierradentro y el Macizo colombiano. Su mirada avariciosa está sobre los lechos de carbón que van desde Jamundí hasta el Patía en la cordillera occidental. Y, en contubernio con Smurfit-Kapa desde hace 50 años explotan los bosques de pino y eucalipto con altos costos para la biodiversidad y el medio ambiente.
Vamos a Cali porque en sus alrededores se desarrolla una de las luchas más importantes de la clase obrera. Los trabajadores "corteros" de caña llevan 37 días de una histórica y valerosa huelga. Los obreros cañeros enfrentan el eje principal de las políticas laborales que se empezaron a implementar desde 1978 (la reconversión industrial aplicada en casos como los de la empresa Croydon del Pacífico). Las Cooperativas de Trabajo Asociado CTA representan la forma de explotación más descarada y "eficiente", en donde el obrero figura como "empresario", dueño de las CTA, y por tanto, debe responder por su seguridad social (salud, pensiones, riesgos profesionales), y hasta por su dotación de trabajo. Las condiciones de vida de los "corteros" es aterradora: jornadas de trabajo de 12 y 14 horas, ingresos miserables, hacinación en las ciudades como Puerto Tejada, Candelaria, Florida, Pradera, Guacarí, Bugalagrande, Miranda, Corinto, Guachené y Villarrica, entre otras.
Vamos a Cali porque allí viven cientos de miles de caucanos desplazados por la violencia, la pobreza y el hambre. Vamos a Cali porque allí nos encontraremos con los compañeros corteros y sus familias, con desempleados, moto-taxistas, los obreros y habitantes de barrios populares de esa ciudad. Y allí, en Cali, se empezará a construir de verdad la alianza entre indios, mestizos y afros, campesinos y obreros, y desde allí le gritaremos al mundo que nosotros – los verdaderos creadores de riqueza – nos merecemos una vida y un futuro mejor.
Por ello, mirar hacia Popayán no tiene sentido. Sólo volveremos a esa ciudad para "enterrar" esa clase política representada ejemplarmente por Juan José Chaux, exgobernador aliado de la mafia y el paramilitarismo. Hoy, los herederos de los terratenientes caucanos son una pequeña casta en proceso de descomposición y desaparecimiento. Es una clase sin futuro, que no merece interlocutar con la Minga.
Por eso nos vamos hacia Cali e invitamos a todos los sectores sociales y políticos a acompañarnos. Allí vamos a defender nuestras raíces y nuestra gente, para volver a Popayán llenos de orgullo y de entusiasmo, a reconstruir un Cauca indio, mestizo y afro, recuperando nuestros territorios de economía campesina, nuestros recursos naturales, nuestra biodiversidad, y por sobre todo, nuestra dignidad.
En Cali, con los corteros de caña consolidaremos la "alianza maravillosa" entre indios y corteros de caña. Marchemos sobre Cali con fuerza y decisión. Allí se cocinará nuestra inserción en los nuevos vientos latinoamericanos. Desde allí empezaremos a enterrar el "embrujo" uribista. No lo dudemos.
¡Vamos a marchar sobre Cali! ¡Vamos a derrotar a quien verdaderamente hay que enfrentar en este momento: los agroindustriales vallecaucanos productores de agrocombustibles!
Vamos a impedir la judicialización de nuestros dirigentes (indios y corteros). Vamos a decirle al mundo que no somos guerrilleros y que nuestra lucha es justa.
La Minga marcha sobre Cali. Acompañarla es cuestión de dignidad.
La María, Piendamó, Cauca, octubre 21 de 2008
La Minga de Resistencia Social y Comunitaria decidió marchar de La María (Piendamó-Cauca) hacia la ciudad de Cali. En ningún momento se pensó ir a Popayán, capital del departamento. Esa decisión tiene razones de gran peso político.
La Minga tiene conciencia de que hoy ya no enfrentamos a la vieja clase terrateniente de Popayán. A ella la derrotamos en los años 80 del siglo pasado (s. XX) cuando empezamos a recuperar, de hecho, nuestro territorio.
La Minga sabe que hoy desafiamos a una clase terrateniente de carácter capitalista, oligopólica, globalizada, representada por los dueños de los ingenios azucareros.
"(…) hoy Ardila Lülle, quien se precia de ser "el productor individual de azúcar más grande del mundo", controla más del 33 por ciento de la producción y el mercado (Silva 2004, p.p. 208-218). Es propietario del Ingenio Cauca, tiene el 52% de Providencia y por lo menos el 35% del ingenio Risaralda, fundado en 1979 con inversión de la Federación de Cafeteros, el estado y la Corporación Financiera de Occidente dominada por el Citibank."[1]
Cali representa el poder de esa clase, que además de ser económicamente poderosa es profundamente antidemocrática, reaccionaria, racista y sobre-explotadora. Su poder está manchado de sangre, especialmente la violencia de los años 50. Consolidaron su poderío territorial (240.000 has cultivadas con caña de azúcar) que les permite producir además de azúcar, etanol, energía eléctrica (utilizando el bagazo) y otra gran cantidad de productos derivados.
Hoy, ellos son los que pretenden desalojarnos de nuestro territorio. Nos quieren convertir en jornaleros y esclavos del gran capital. Les estorbamos. Somos "mal ejemplo".
La Minga tiene absolutamente claro que Cali representa ese poderío económico construido con base en el engaño y la mentira. Muchas trampas utilizaron para robarles las tierras a los campesinos negros que fueron los que domesticaron las "vegas" de los ríos Palo, Desbaratado, Paila, Cauca y demás ríos que recorren y alimentan con agua la región.
La Minga sabe que hoy en día los vestigios de la vieja clase terrateniente que hoy vive en Popayán es un apéndice insignificante de la burguesía agro-exportadora del Valle del Cauca. La rancia estirpe payanesa desde los años 80, echó a un lado sus sueños y prejuicios aristocráticos, y vendió su alma al diablo (gran capital).
Todas las decisiones importantes para el Cauca en las últimas tres décadas han sido tomadas en Cali: construcción de la represa de la Salvajina sobre el río Cauca que después en 1995 fue entregada al gran capital internacional (Unión Fenosa) cuando se creó la Empresa de Energía del Pacífico EPSA; la aprobación de la Ley Páez, que se justificó para beneficiar a los pueblos indios afectados por la avalancha del río de ese mismo nombre, y que realmente sólo le ha servido a los empresarios vallecaucanos y empresas transnacionales para construir un gran emporio de riqueza en los municipios de Guachené, Santander de Quilichao, Villarrica y Puerto Tejada.
Ya están construidos grandes anillos viales en el norte del Cauca y el sur del Valle, se tiene proyectado el tren de "cercanías", en alianza con la Anglo Gold Ashanti (Kedahda) y otras empresas mineras están detrás del oro que queda en los municipios de Suárez, Buenos Aires, El Tambo, Tierradentro y el Macizo colombiano. Su mirada avariciosa está sobre los lechos de carbón que van desde Jamundí hasta el Patía en la cordillera occidental. Y, en contubernio con Smurfit-Kapa desde hace 50 años explotan los bosques de pino y eucalipto con altos costos para la biodiversidad y el medio ambiente.
Vamos a Cali porque en sus alrededores se desarrolla una de las luchas más importantes de la clase obrera. Los trabajadores "corteros" de caña llevan 37 días de una histórica y valerosa huelga. Los obreros cañeros enfrentan el eje principal de las políticas laborales que se empezaron a implementar desde 1978 (la reconversión industrial aplicada en casos como los de la empresa Croydon del Pacífico). Las Cooperativas de Trabajo Asociado CTA representan la forma de explotación más descarada y "eficiente", en donde el obrero figura como "empresario", dueño de las CTA, y por tanto, debe responder por su seguridad social (salud, pensiones, riesgos profesionales), y hasta por su dotación de trabajo. Las condiciones de vida de los "corteros" es aterradora: jornadas de trabajo de 12 y 14 horas, ingresos miserables, hacinación en las ciudades como Puerto Tejada, Candelaria, Florida, Pradera, Guacarí, Bugalagrande, Miranda, Corinto, Guachené y Villarrica, entre otras.
Vamos a Cali porque allí viven cientos de miles de caucanos desplazados por la violencia, la pobreza y el hambre. Vamos a Cali porque allí nos encontraremos con los compañeros corteros y sus familias, con desempleados, moto-taxistas, los obreros y habitantes de barrios populares de esa ciudad. Y allí, en Cali, se empezará a construir de verdad la alianza entre indios, mestizos y afros, campesinos y obreros, y desde allí le gritaremos al mundo que nosotros – los verdaderos creadores de riqueza – nos merecemos una vida y un futuro mejor.
Por ello, mirar hacia Popayán no tiene sentido. Sólo volveremos a esa ciudad para "enterrar" esa clase política representada ejemplarmente por Juan José Chaux, exgobernador aliado de la mafia y el paramilitarismo. Hoy, los herederos de los terratenientes caucanos son una pequeña casta en proceso de descomposición y desaparecimiento. Es una clase sin futuro, que no merece interlocutar con la Minga.
Por eso nos vamos hacia Cali e invitamos a todos los sectores sociales y políticos a acompañarnos. Allí vamos a defender nuestras raíces y nuestra gente, para volver a Popayán llenos de orgullo y de entusiasmo, a reconstruir un Cauca indio, mestizo y afro, recuperando nuestros territorios de economía campesina, nuestros recursos naturales, nuestra biodiversidad, y por sobre todo, nuestra dignidad.
En Cali, con los corteros de caña consolidaremos la "alianza maravillosa" entre indios y corteros de caña. Marchemos sobre Cali con fuerza y decisión. Allí se cocinará nuestra inserción en los nuevos vientos latinoamericanos. Desde allí empezaremos a enterrar el "embrujo" uribista. No lo dudemos.
¡Vamos a marchar sobre Cali! ¡Vamos a derrotar a quien verdaderamente hay que enfrentar en este momento: los agroindustriales vallecaucanos productores de agrocombustibles!
Vamos a impedir la judicialización de nuestros dirigentes (indios y corteros). Vamos a decirle al mundo que no somos guerrilleros y que nuestra lucha es justa.
La Minga marcha sobre Cali. Acompañarla es cuestión de dignidad.
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